Leer para buscar esa chispa de oscuridad que nos aterra en la vida. Escribir para enfocar la luz en ese punto de oscuridad.
Escribí esto en Twitter en octubre de 2016. No recuerdo a cuenta de qué ni de dónde vino. Tal y como vino lo pasé a palabras. Una idea que como es habitual en mí gira en torno a la oscuridad.
Esa idea está relacionada con dos preguntas: por qué leemos y por qué escribimos. Y cómo se relacionan ambas.
¿Por qué leemos?
La pregunta no es sencilla. Bueno, sí lo es: lo complicado en realidad es la respuesta, porque no sé si hay alguna completa y definitiva que explique por qué pasamos horas leyendo palabras, pasando páginas, apurando renglones. Surgen las respuestas habituales: para evadirnos, para disfrutar aventuras, para conocer otros mundos, para ver otras vidas o las mismas vidas desde otros puntos de vista. Y por aquí surgió nació mi tweet.
Una novela lleva, como mínimo, una idea. La que sea. Cualquier tipo de novela: fantasía, misterio, acción, aventura… En cualquier caso hay al menos una idea que subyace. Es el tema de la historia. Ahí reside la chispa a la que me refiero. Ese destello de oscuridad. Esa mínima distorsión en el mundo perfecto, idílico o, por lo menos, cotidiano. Esa cosita minúscula que hace temblar lo que de otra forma no sería ni historia ni novela. Y es ahí donde lo buscamos, en la novela. Porque la novela es un contenedor seguro donde esa chispa puede desencadenar todo un incendio de oscuridad que nos abrase y del que podemos escapar, más o menos indemnes, cerrando el libro.
Un destello de oscuridad es esa temeridad que hace un personaje y que nosotros no haríamos en este momento. Esa idea que late en la mente del protagonista o de un personaje secundario y que nosotros reconocemos como propia pero no dejamos ni que salga a respirar un poco. Esa chispa, en definitiva, que buscamos de reojo cualquier martes por la tarde mientras vamos caminando por una de las calles de siempre.
¿Y por qué escribimos?
También me lo pregunté. Y pensé que tal vez por lo mismo pero al revés. Escribimos para coger un enorme foco y apuntarlo directamente hacia ese minúsculo destello, esa chispa. Que se vea. Para enfocar toda la luz sobre ella, sin disimulos ni afecciones. Como aparecer ese martes en tu vida y señalarte con el dedo la mirada perdida de una persona cualquiera, la suciedad de la calle, lo bonito de las nubes, lo mediocre de lo que te rodea. Aparecer para susurrarte algo que ya sabes pero que empujas al fondo, muy al fondo de tu mente, con la esperanza de que esa chispa de consuma ahí. Pero no lo hace ni lo hará, y mucho menos mientras leas, porque leer es peligroso: detecta chispas en tu oscuridad y las eleva a fuegos implacables.
Aunque si no lees tampoco quedas exento de riesgo. Esa chispa se alimenta del arte, de la música, del momento exacto en que la luz cae de esa forma especial sobre ese toldo tan feo de la tienda de enfrente.
Pero como eres de los que lees, esa chispa crepita con cada frase, cada idea, cada personaje o cada argumento que señala de forma directa a esa oscuridad. Busca a tu alrededor. Las fuentes son inagotables. Busca ese destello que pasa inadvertido y luego, al escribir, concentra sobre él tanta luz como seas capaz. ¿Soy el único raro? ¿O tú también te fijas en esos destellos de oscuridad? ¿También te ciegas con los destellos de una novela?
2 respuestas
Qué bonito, Óscar, la forma y el contenido. Me ha encantado:) Y muy cierto eso de que escribimos para sacar a la luz una idea. No hay forma más poderosa, incluso terapeútica, de expresión.
¡Olé tú!
Hola, Miguel ¡Gracias! Esta entrada es de 2016, apenas he cambiado nada (alguna frase, como mucho). De aquella época en la que me hice un «blog de escritor» sin saber los dolores de cabeza y amarguras que me iba a traer.
Estas son las cosas que me gusta escribir en el blog así que si te ha gustado para mí es doble felicidad: una porque te haya gustado y otra porque me alegra. Tengo algunas entradas más por ahí de toda esa época (de 2015 a 2018) y aunque muchas irán al olvido, otras serán rescatadas.
Ni SEO ni SEA ni que venga Dios y lo vea.
Y sí, lo del «destello de oscuridad» me parece muy bonito a mí también. Porque la oscuridad da destellos también, y a veces se nos pasan. Coger esas pequeñas oscuridades y darles luz y sacarlas p’afuera es terapéutico, como dices. Es catarsis, es creación.
Un abrazo!!!