La imagen es de un cuadro que tengo en casa. Lo hizo la amiga de un amigo, y le pedí que escribiera la palabra «crisis». Se escribe con dos ideogramas. Uno representa «peligro» y el otro «oportunidad».
Una crisis es un momento de peligro, porque hay cosas que se tambalean, que se rompen o se quieren romper; cosas que no se sostienen. Vienen o se vaticinan cambios, sean deseados o no.
Pero también sería un momento de oportunidad. Aprovechar este desmoronamiento para construir algo nuevo. Desmontar para volver a montar de manera diferente. Dejar caer para levantar de nuevo pero con otra estructura.
Las crisis, los cambios, son inevitables. No se ve en la foto, pero al lado de ese cuadro tengo otro, escrito por la misma persona, que dice «sólo el cambio perdura». O al menos eso fue lo que le pedí que escribiera. Pero ese cuadro lo dejamos para otro día.
Hoy toca crisis.
Si el ideograma de «crisis» tiene razón, y las crisis son un peligro pero también una oportunidad, ¿qué deberíamos hacer ante una crisis? Lo primero estar atentos. Ser cuidadosos. Estamos hablando de una situación de peligro. Y lo segundo, aprovecharla. Porque es una oportunidad. No sé si tenemos que aprovechar todas las oportunidades que nos llegan, quizás no. La vida a veces nos da ofertas que no nos interesan, promociones que no nos hacen falta. No tenemos que cogerlo todo, igual que no cogemos todas las ofertas de un supermercado.
Pero quizás eso es parte del peligro. Reconocer cuál es la oportunidad que te ofrece la crisis.
Por tanto, bienvenida sean las crisis, ¿no? Son una señal de que estamos en peligro, de que hay algo en peligro pero ¡tranquilos!, viene con una oportunidad. Qué momento más estupendo.
Sin embargo, no solemos vivir así las crisis, ¿verdad?
Cada vez que paso por una crisis y miro ese cuadro… no siempre consigo lo que buscaba cuando pedí que me lo dibujaran. Quería un recordatorio de eso mismo, de que cada crisis es una oportunidad y que hay que estar atento a qué hace falta cambiar, crecer, soltar… Pero muy pocas veces me ofrece la calma que yo esperaba. ¿Por qué?
Quizás porque las crisis requieren tiempo.
¿Pero tenemos ese tiempo realmente? Lo ideal sería irnos al monte, al campo, a la playa, a cualquier lugar donde vivir la crisis con plenitud, tomando el tiempo que fuera necesario. Porque se trata de una situación de peligro y hemos de observar con claridad las oportunidades que nos trae, los cambios que nos pide. Las revisiones de uno mismo que entran en juego y que son parte de ese peligro, porque a la mente, a nuestro sentido de la identidad, le gusta poco este tipo de revisión; pero es justo lo que a veces estas crisis te piden. He ahí parte del peligro.
Y tendría sentido vivir estas crisis con el tiempo necesario, alejados de las rutinas y las demandas cotidianas. No podemos, por ejemplo, hacer una reforma en un puente si se sigue usando: hay que poner un puente provisional mientras arreglamos el original. Sería más fácil cortar el paso, pero nuestra rutina diaria nos obliga a tener un puente. A funcionar, mientras estamos en crisis.
No hay nada, absolutamente nada, en nuestra sociedad que contemple este periodo de descanso y reflexión ante una crisis. Nos obligan a tener el puente abierto y a arreglarlo al mismo tiempo. Como mucho puedes darte de baja, o caer enfermo, y así consigues cerrar el puente, pero a qué precio. Y no es sólo cerrarlo: es remendarlo. Observar qué falla, qué hay que cambiar, qué requiere nuestra atención. O si hay que demolerlo entero y trazar un puente hacia otro sitio.
Que no estoy hablando de puentes creo que está claro, ¿no?
Algunas psicoterapias te ayudan a encajar bien en este mundo, a seguir siendo funcional. Yo, como fan que soy de Krishnamurti, estoy con él cuando dijo lo de que «estar perfectamente ajustado a un mundo enfermo no es síntoma de salud». Algunas psicoterapias, las que son más de mi cuerda, intentan darle un espacio y un sentido a estas crisis, pero la realidad sigue siendo la misma: tenemos que tener el puente abierto mientras lo demolemos.
Así que, para ir acabando que no quiero que esto sea muy largo, ¿qué hacemos con las crisis? Pues déjate caer. Deja que se caiga el puente y que se caigan al agua todos los que lo cruzan. Las crisis necesitan tiempo: dales todo el que precisen. No te lo van a dar en el trabajo, ni te lo va a dar la sociedad, que quiere que sonrías y estés funcional, que no quiere verte triste ni preocupado. Pero las crisis son peligro, y el peligro requiere atención y observación.
Y la atención y la observación requieren tiempo.
Tiempo de crisis.
2 respuestas
«…Y es que la persona que surja de la tormenta no será la misma que penetró en ella. Y ahí estriba el significado de la tormenta de arena.» Haruki Murakami, «Kafka en la orilla»
Pero que la tormenta nos pille con fuerzas. O no, lo mismo con tirarnos al suelo y esperar es suficiente, no sé.