Ayer desayunaba en una terraza. En la mesa de al lado había un grupo, tres chicas y dos chicos. Eran jóvenes y en seguida me di cuenta de que eran médicos o enfermeros, por su conversación.
No entendía nada de lo que decían sobre pruebas, resultados, etc. Y de pronto en la conversación apareció la palabra “fantasma”. Sin estridencias en la transición: de no sé qué prueba para algo a hablar de fantasmas.
Hice lo que cualquier persona de bien haría, claro: pegué la oreja. Con disimulo, mirando al norte como si tal cosa pero pendiente de lo que decían. Tampoco es que hablasen en susurros. Pero sí, que espié la conversación.
No me quedó claro si alguno había visto un fantasma, o si había rumores de fantasmas en el hospital. Alguien mencionó la serie “Entre fantasmas” así que lo mismo empezó la cosa por ahí. El caso es que de hablar de pruebas y seguimiento de casos estaban hablando de fantasmas. Con el mismo tono, las mismas voces. Sin cambios visibles que indicasen que este nuevo tema debía tratarse de modo diferente.
Y señalo este detalle porque es lo que me interesa contar.
De los fantasmas pasaron a los sueños rápidamente. Empezaron a contarse sueños extraños, algunos casi premonitorios. Una de ellos contó un sueño donde aparecía alguien especialmente importante para ella y a la mañana siguiente buscó en Internet qué significaba ese sueño. El primer resultado que obtuvo la llevó a una página donde había un poema que cobró relevancia cuando lo leyó. Adquirió significado. Sí, como psicólogo sé que podemos proyectar sobre cualquier texto y otorgarle el significado que queramos, sobre todo si el texto es lo bastante abstracto como un horóscopo, o tal vez un poema.
Pero, ¿importa eso ahora? A mí, no.
El resto contó sueños del mismo tipo, sueños que se habían producido en un momento especial o que tenían un significado notorio para ellos. Yo escuchaba y sonreía pensando en que para algunas personas puede ser poco serio que un médico busque el significado de un sueño en la web y le dé la importancia que ellos le daban. Yo mismo paso de los significados de los sueños que dicen las páginas de Internet, pero eso da igual. Pensaba incluso que habría gente que si los oyera como estaba haciendo yo, sin ningún recato ni vergüenza, pero con disimulo, que no es propio de médicos tener sueños raros, o contarlos, o darles importancia, o hablar de fantasmas. Y esto es la segunda cosa de la que quiero hablar.
Lo primero era que hablaban de todo con la misma energía, emoción y libertad, ya fuesen asuntos médicos o asuntos misteriosos. Lo segundo es que en efecto (por desgracia lo he visto) hay gente que considera que un médico o un psicólogo (un “científico”, vaya) es menos válido si cree en fantasmas, habla de ellos o cuenta que una vez vio una figura en el pasillo de su casa. Estas dos cosas, la igualdad entre todos los temas (médicos y fantasmales) y el que ninguno de ellos merme el otro ni haga a la persona más tonta, menos válida, son todo lo que quiero decir.
Porque así es el misterio cotidiano. No siempre se trata de irse a una casa abandonada, ya sea de verdad o mediante una novela. En el día a día tenemos que tratar con asuntos muy distintos y entre ellos puede colarse ese detalle extraño, esa experiencia anómala, misteriosa, que podemos comprender o no, que nos intriga o que olvidamos.
Si relegamos el misterio a los sótanos, las casas abandonadas, los lugares perdidos, y lo alejamos del día a día estamos cometiendo un error. Un tipo de historias de terror que más miedo da, a mí al menos, son las historias donde el terror consiste en pequeñas cosas extrañas que ocurren en la vida cotidiana. La vida, la propia naturaleza, tiene misterio, es misterio en gran parte. Y muchas veces ese misterio son hechos tan raros e inquietantes como soñar con algo que nos parece encierra un significado o ver la imagen de un ser fallecido en el pasillo.
Y luego, desayunando, contárselo a la gente. Porque estas cosas forman también parte de la vida.
2 respuestas
Qué suerte tienen al poder contarse esas cosas sin que el resto ponga cara rara. Lo usual es que esté mal visto tener sueños raros, premonitorio, ver la sombra de alguien en el pasillo de casa o a tu ángel de la guarda. Es algo tabú, incluso entre los que no son médicos. Eran un grupo envidiable con el que compartir el desayuno.
¡Hola, María!
Sí, la verdad es que es una suerte poder hablar de todo eso sin que te censuren con una mirada o una mala cara, te intenten dar una explicación o, peor aún, te hagan sentir como un idiota. Tú y yo podríamos tener un desayuno así sin problema 🙂 Ya llegará y nos tomaremos un café o dos hablando de todo esto, de lo humano y lo divino y todas las callejuelas intermedias. Y seguro que más gente se sumaría a ese desayuno!
Un abrazo enorme.