La psicología de lo invisible

1 de septiembre de 2024
La psicología, el alma y el vuelo de los pájaros.

El otro día vi el alma de una persona. La vi en sus ojos, no sé si detrás de los ojos o reflejada en ellos. La cacé oculta en el brillo de los ojos de un amigo de la infancia mientras recordaba la época en la que jugábamos de pequeños, sin preocupaciones y todo eso. Yo creo que fue sólo un verano lo que duraron aquellos juegos, pero también en mi recuerdo aquel verano parece una cantidad de tiempo eterna.

Soy psicólogo, aunque falté mucho a clase. Aprobé la carrera con un aprobado de media. No es una carrera tan apasionante como puede parecer desde fuera, o al menos no lo fue para mí. Pero claro, en mi caso la carrera fue aburrida porque yo buscaba lo invisible.

Lo único invisible que encontré en aquellos cinco años fueron la pasión, la curiosidad y la humildad. Estas cualidades sí que tenían el don de la invisibilidad porque jamás las vi reflejadas en los ojos de nadie. Tampoco vi ni una sola alma en aquellos cinco años.  No esperaba encontrar ojos que buscasen lo invisible como yo, pero me sorprendió la falta de brillo como algo natural. La presencia de la muerte en vida, la ausencia de la más mínima chispa de pasión en una carrera que estudia (o eso dice) la mente y el comportamiento del ser humano.

Dejo claro desde ya que no soy un buen psicólogo, si tomamos como buenos los psicólogos serios, los psicólogos como dios manda, como tienen que ser. Yo soy el psicólogo que te anima a tener pensamiento mágico o el que te desea que ojalá revientes. Yo soy el que mira por la ventana viendo los pájaros mientras el profesor enseña las estructuras del cerebro o estadística (sí, damos estadística en psicología, pero no somos matemáticos; estudiamos el cerebro, pero no somos médicos; estudiamos las personas y los grupos pero no somos sociólogos, ni antropólogos). Y por esa razón si me preguntas sobre estadística casi seguro que no sé responderte, pero si me preguntas por aves volando tampoco.

Pero la segunda pregunta me gusta más.

Dicho así puede parecer que los psicólogos no somos nada, pero nada más lejos de la realidad. Somos maestros del aire.

La psicología es aire. Y eso me parece algo maravilloso.

Para los psicólogos serios no es así, claro está. Los psicólogos serios (recuerda, yo no lo soy) tienen teorías, datos y conclusiones. De hecho, tienen demasiado de todo eso y por eso se pelean unos contra otros, pero casi siempre son peleas falsas como si fuera jugando, porque aunque no hay mucha tarta sí saben cómo repartírsela entre todos para que nadie se quede con hambre.

El hambre intelectual, o incluso espiritual si me apuras, ese es otro. A ese no lo suelen echarle de comer.

Casi treinta años después de aquel vacío, aquella falta de aire mientras estudiaba, la cosa no ha mejorado mucho. Ni ha mejorado poco. Ni ha mejorado. Más bien ha empeorado. Decir que la psicología es aire es propio de necios, porque todos sabemos que la psicología es una ciencia.

Y como ciencia que es, si le pregunto a cualquier psicólogo de los buenos (no como yo) qué era el brillo aquel que yo vi en los ojos de mi amigo cuando hablaba de los juegos de la infancia, ese buen psicólogo sonreirá (eso es echar aire) o suspirará ante mi ignorancia (echar aire, también) y hablará (más aire) para explicarme que eso se debe a que en ese momento esa persona ha accedido a sus recuerdos. Recuerdos que no son algo fijo, sino que los inventamos y transformamos cada vez que los recordamos.

Y eso es cierto.

Que seguramente el recuerdo que haya aparecido en su mente no sea lo que pasó de verdad tal cual, sino que esté distorsionado.

Y eso es cierto.

Me dirá que ahora, todos esos años después, su mente o su cerebro los dota de un significado diferente, que seguro que no fueran tan buenos aquellos tiempos, que lo está comparando con su situación actual y claro, el pasado sale ganando.

Yo, como soy un psicólogo más tonto no me atrevo a interrumpirle para decirle que eso de “la mente o el cerebro hace tal o cual» es puro aire. Si lo hiciera me diría que si la neurociencia, que si los datos, que si los estudios.

Y (casi todo) eso es cierto.

Y cuando hubiera acabado de soltar aire en forma de explicación, y mirarme con pena mientras piensa que el título se lo dan a cualquiera, yo me daría la vuelta, repleto de conocimiento y de explicaciones sobre el por qué del brillo de los ojos. Que no mismo ni ese brillo fue real, sino que estuviera en mi mirada, que mi cerebro o mi mente lo hubieran inventado. Que nada de aire ni de invisibles.

Pero como no soy un psicólogo de los de verdad, yo me iría a mi ordenador y escribiría que el otro día vi el alma de mi amigo en el brillo de sus ojos.

Igual que veo volar a los pájaros.

2 respuestas

  1. Mucho mejor tu aire en forma de explicación que la de los psicólogos «serios». Necesitamos más aire de ese que nos aliente hacia el pensamiento mágico y menos hacia las teorías. ¡Gracias por dárnoslo!

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