Vivimos en un mundo de fantasía y magia aunque en parte nos hemos olvidado de ellas o no les prestamos atención. Junto a nuestro mundo existen otros mundos repletos de maravilla esperando que crucemos a verlos. Incluso en nuestro propio mundo se esconden rincones, a veces rincones enormes, que contienen un sin fin de maravillas. Vivimos en Reino del Cuco.
En la novela Sortilegio, de Clive Barker, el El Reino del Cuco es el nombre que recibe nuestro mundo. Un mundo donde no hay magia, pero donde sí la había hace no mucho. Ahora, los vestigios de toda esa magia, así como los magos, están escondidos en… en un lugar que no te voy a decir. Es mucho mejor que lo descubras tú.
La idea de un mundo repleto de magia que existe de forma paralela al nuestro, o escondido en el nuestro, es un tema recurrente en mis novelas favoritas de Barker (Sortilegio, Imajica) y también el tema de otras muchas historias de fantasía, misterio y horror. No hay que olvidarse del horror (que no terror): lo maravilloso puede ser horrendo.
Las historias en las que conviven ambos mundos, el nuestro y el mágico, suelen partir con algún tipo de irrupción de un mundo en otro. La magia y el misterio pueden cruzar desde allí hasta aquí; en otras ocasiones, somos nosotros quienes, queriendo o no, damos un paso y aparecemos en ese otro mundo. Cruzar el umbral, adentrarse en lo desconocido, saber que ese mundo no es el nuestro y que no pertenecemos a él se convierten en los elementos que sustentan la historia.
Un momento: ¿que no pertenecemos a él? ¿Quién ha dicho eso?
Pertenecemos al Reino del Cuco tanto como pertenecemos a ese otro mundo lleno de magia. No son universos excluyentes. De hecho ni siquiera están separados. Sólo nos hemos olvidado un poco de ellos, pero siguen presentes en nuestra psique. Se nos revelan en nuestros sueños, en nuestros miedos y en nuestros deseos.
En Imajica, otra novela de Clive Barker, nuestro mundo es el Quinto Dominio. Un mundo (casi) sin magia que ha perdido el contacto que tenía con los otros mundos con los que forman una unidad. Esos otros mundos son mundos naturales de magia, misterio, maravilla (y horror). Y es que esa es la realidad: la magia no nos es ajena. No son otros mundos con los que entramos en contacto de vez en cuando.
La magia somos nosotros. La magia es nuestro mundo. La magia está aquí.
¿Cómo buscamos esa magia? ¿Qué es lo que hacemos para conectar con ella?
La buscamos en las leyendas, los mitos, los cuentos y las novelas. En las casualidades, en el azar. Intentamos verla al mirar las estrellas, al caminar por el sendero de un bosque solitario, cuando un amigo nos cuenta que creyó ver un fantasma la otra noche o una desconocida le cuenta a su compañera en el autobús algo extraño que le pasó el otro día, mientras nosotros pegamos la oreja con disimulo.
Queremos alcanzar esos otros mundos porque sabemos que, en el fondo, pertenecemos a ellos. Es nuestro verdadero hogar, no este donde nos levantamos, vamos, venimos… y en los momentos libres que tenemos (en el autobús, en una reunión con amigos, en el trabajo, en clase) miramos hacia ninguna parte en concreto con la esperanza de ver ese lugar. ¿Alguna vez has cerrado los ojos en cualquier momento del día deseando que al abrirlos ya no estarías aquí sino allí? Yo sí.
No es (solamente) el querer largarse de donde estamos. Hay algo más. No es la insatisfacción con este mundo; es la certeza de que nuestro mundo es otro. Es todo nuestro ser reclamando la magia.
Podemos adentrarnos en el espiritismo, la brujería o la parapsicología. Podemos sentarnos felices ante una serie o película de fantasía o ciencia ficción que nos prometa llevarnos a una versión de ese otro mundo. Abandonar el Reino del Cuco y entrar en La Fuga: así es como, en Sortilegio, se llama a ese lugar lleno de magia, esos vestigios de la magia que una vez tuvimos.
Las novelas de fantasía son una entrada a ese otro lugar que es nuestro. Cada una nos lleva a un «otro mundo» distinto pero todas, al menos todas las que nos gustan, comparten un elemento: son un umbral. Lo cruzamos al leer y cuando la historia acaba y seguimos «aquí, si hemos tenido suerte con a historia, habremos logrado traer un poco de esa magia, de ese «allí» a nuestro mundo.
Nos sustentaremos con esa magia robada (aunque, ¿es robar coger lo que te pertenece por derecho?) hasta el próximo viaje. Con cada viaje traemos un pedazo de magia de ese otro lugar y la vertimos en el Reino del Cuco. Y así hasta que restituyamos toda la magia que pertenece a nuestro mundo.
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