(Publicada originalmente hace un año, el 1 de noviembre de 2020)
Que estamos alienados de nosotros mismos en cuerpo y mente no es una afirmación nueva ni revolucionaria. Es algo viejo y manido pero también una pregunta cargada de frutos por dar. Tal vez una pregunta que se actualiza cada determinado tiempo y siempre puede ofrecernos alguna nueva respuesta.
Al alienarnos nos separamos de algo, nos escindimos. Si nos alienamos del cuerpo, nos separamos de él. Si es de la mente, pues de la mente nos distanciamos. Esta afirmación simple que se cuela con facilidad en la cabeza implica un pequeño detalle que hay que estar atento para verlo: que hay “algo” que se aliena. Si yo me alieno de mi cuerpo el resultado, se entiende, es que hay un cuerpo ahí (el mío) y un “algo” que soy yo, un yo alienado del cuerpo.
Puedes hacer malabarismos con esta cuestión, si quieres. Yo no quiero ahora. Me basta con poner sobre la mesa la alienación de la que todos somos agentes y víctimas. Del mismo modo estos dos papeles (agente y víctima) pueden entrar en un juego de malabares, pero también lo voy a ignorar hoy.
Porque hoy hablo de hoy. Un hoy que es ayer, la semana pasada, los meses pasados. Hablo de una alienación que creo comenzó con el confinamiento y que va a durar… pues no sé hasta cuándo. Porque la alienación es una especie de ave Fénix que no se agota, siempre hay nuevos elementos de los alienarse, nuevas ideas, nuevos contextos, etc.
Pregúntale a alguien, hoy, ayer, el mes pasado o la semana que viene, cómo está. Así de sencillo: “¿Cómo estás?”. Voy a jugar a ser adivino y traerte una respuesta: “Agobiado, con el virus, la crisis y toda esta mierda”. Y como soy un magnífico adivino, y además Géminis, te traigo dos respuestas; esta es la otra: “Agobiado, con la mierda de los políticos”. He puesto coma detrás de “agobiado” aunque no sea necesaria, pero ahí la dejo para marcar lo que me interesa.
Estamos alienados. De nuestra razón y nuestra emoción. Si me dices “agobiado”, cuéntame por qué estás agobiado. ¿Por los políticos? No, no me cuentes eso. No es eso lo que te pregunto. No quiero que seas otro puto altavoz de repetición de redes sociales, de opiniones de corrillos, de noticiarios. Quiero saber cómo estás tú. Tú.
Quiero que me digas que estás ilusionado porque has empezado a salir con alguien. Quiero que me digas que estás emocionada porque tus dibujos y tus acuarelas están recibiendo buenas críticas y oye, hasta has vendido un par de ellas. Quiero que me digas que tienes angustia porque hace mucho que no sabes de tal o cual persona, y que además te sientes mal porque hace el mismo mucho que no le llamas y no sabes si deberías llamar o esperar a que ella te llame, porque oye, también podría llamarte ella… Quiero que me digas que no sabes qué hacer, si llamar o no, si enfadarte o alegrarte. Que me digas cómo estás.
Pero estamos alienados, una nueva alienación de ese ave Fénix incansable. Si te pregunto cómo estás no me dices lo que piensas, lo que ronda por tu cabeza: estás alienado y me hablas de política, de médicos, de expertos, de enfados. Si te pregunto cómo estás no me dices lo que sientes: estás alienado de tus emociones, de esas otras que están también ahí, de esas que el puto virus no ha tocado. Miedos, alegrías, odios, desesperación.
“Tengo miedo”. “Estoy preocupada”. Porque te has quedado sin trabajo. Porque te preocupa un familiar. Porque tienes trabajo y no tienes familiares de los que preocuparte, pero como eres un ser humano sientes el dolor y la pena de otras personas que están en una situación peor que la tuya.
Respóndeme, pero no te escindas. No contestes desde un “otro sitio” que no es real. Si tienes miedo, dime que tienes miedo, pero no añadas ingredientes extra: política, redes sociales, me dijo este, me dijo la otra… Tu miedo es suficiente.
No me muerdas, no me gruñas. No mordamos, no gruñamos; no, si eso es el fruto de sentirnos alienados de algo más cierto, más auténtico. Más “nosotros”.
Termino esto y no veo mucho sentido en lo que he escrito. Sonaba mejor en mi cabeza hace apenas 10 minutos. Supongo que me he alienado yo también por camino. Puto ave Fénix.