Óscar Iborra

La jodida transformación

Hoy no tengo un buen día. Ni he tenido una buena semana, ni un buen mes. En realidad, ni unos buenos meses. Hasta aquí, nada original en una entrada en un blog.

No prometo una gran entrada pero sí una sin pensar mucho. Seré breve y seré directo, como las jodidas transformaciones.

Las transformaciones, los que nos hace cambiar por completo, son algo muy breve. Puedes llevar meses en proceso de terapia pero es algo puntual lo que hace estallar el viaje y a partir de ahí nada es igual. Puedes estar viviendo lo mismo una y otra vez por meses o años y aunque eres consciente nada cambia ni haces por cambiar hasta que alguna pequeña cosita de nada provoca ese jodido click, rompe la rama, quiebra el camino.

También son solitarias aunque se produzcan rodeadas de personas. Incluso aunque esas personas te den la clave para la transformación. Son solitarias porque son interiores: se producen dentro de uno, para uno. No tienen por qué inspirar una mierda a nadie más y a nadie más tiene por qué servirle de algo, pero siempre surgen seguidores cuando alguien hace algo que cruza un límite, que provoca un cambio aunque sea personal. Siempre hay gente que se arrima cuando ve una luz.

Las transformaciones son jodidamente breves aunque lleve mucho tiempo prepararlas o aunque se incuben durante años. Lo lento no es la transformación sino el camino hacia ellas. Lo angustioso no es la transformación sino la basura que se va acumulando poco a poco y que como toda la mugre impide que la cosa fluya.

Y la mierda puede seguir acumulándose toda una vida. Hasta el final hasta que te mueres y te pudres y nunca en tu jodida vida has vivido un puto chispazo de lo que sea. Te habrás corrido cientos de veces, habrá gritado cientos de veces, borracheras, alegrías… pero mueres tan plano y tan gris como viviste.

Soy el mejor dando ánimos, ¿verdad?

Hay cambios sutiles. Una metáfora que uso mucho es la imagen de un barco virando en el mar. Me lo imagino como un barco que vira lentamente. En realidad no sé si va lento o no, lo que me importa es que tú, en cubierta, no notas que el barco ha girado hasta que ha pasado un buen rato desde que giró el timón. A veces nos transformamos así, despacio, sin darnos cuenta. Cuando nos percatamos ya no vamos hacia el oeste sino al norte, por decir algo. El barco, tú, has girado hacia otra dirección. Queriendo o sin querer, esa es otra historia.

Las transformaciones, las jodidas transformaciones, son un golpe, un hostión, una revelación, como quieras llamarlo. Algunos psicólogos usamos mucho la palabra “darse cuenta”. Y cuando nos “damos cuenta” resulta que hay muchísima información que cobra sentido, que tenemos que ordenar… pero el momento en el que todo cambia es un instante, nada más.

Las transformaciones son instantes.

No vienen siempre cuando las buscas y cuando las buscas muchas veces no las consigues, y te conformas con premios de consolación, premios de mierda que brillan poco tiempo y luego tienes que tirarlos.

Las transformaciones nos empujan un poco más allá, y otras veces somos nosotros los que tenemos que arrojarnos un poco más allá. Porque no hay nada más triste y que te mate en vida que una casi transformación. Llegar al umbral y no cruzarlo.

La razón de esta reflexión o lo que sea viene dada por la serie «Nueve perfectos desconocidos«, basada en un libro del mismo título. No he leído el libro pero te recomiendo la serie. Nueve personas van a un retiro a conocerse, a curarse, a transformarse. Es curioso que desde no sé cuándo conocerse es curarse y al revés. Que cuando uno se conoce se cura y cuando uno se cura se conoce. Y todo eso es una transformación. Y toda esa transformación es un punto concreto, un momento concreto, una palabra concreta. Incluso si es la conjunción de todo eso, de varios elementos diferentes, es la conjunción puntual en un momento y lugar.

Quería hablar de la serie, de lo que me había transmitido, y es eso. Ve hasta el borde y sigue, joder. No te pares. Alguien me dijo, o lo leí (no me acuerdo) que cuando uno va a terapia corre el riesgo de encontrar lo que necesita, no lo que busca. Que eso es sanar, en realidad.

No es lo buscas sino lo que necesitas. Y a veces buscamos lo que creemos que necesitamos. Y lo creemos porque lo dicen otros. Pues a la mierda los otros.

Esto te vale para todo: tu vida, tu trabajo, tu obra creativa. Hasta donde puedas llevarlo adelante, llévalo. Sin dañar a los demás. Ve y traspasa el límite, consigue la jodida transformación. Cruza el umbral. Diviértete al otro lado, aunque te lamentes de haberte transformado porque eso te obliga a abandonar muchas mierdas que como llevan años contigo, o meses, o días, pues ya no las hueles. Te gustan, las lames, duermes con ese montón de estiércol adorándolo como tu tesoro. Es lo que eres pero no quieres ser, es lo que hay porque la vida es así o lo que sea que te digas.

Pues hoy, que tengo un día malo y una semana mala y unos meses malos, te digo que si palpas el límite donde te saltan las alarmas lo mandes todo a la mierda y cruces. Disfruta de tu jodida transformación. Te jodes, y que se jodan los demás, y que se joda el universo si eres más de lo que todos ellos se habían acostumbrado a ver en ti. Incluso tú mismo.

Hala, ya he terminado esta mierda que no sé ni qué significa pero que voy a publicar directamente sin pensarlo más. Te dejo que te transformes. Pero de verdad.

2 respuestas

  1. Difiero en una cosa. Conocerse no es curarse. Puedes conocer tu mierda y no poder quitártela, porque se las echarías a otro. Y eso tiene muy mal karma. Así que, te la quedas. Y es como andar en círculos: agotador.
    Los nueve en cuestión de la serie no tienen absolutamente nada fuera de la clínica, nadie a quien pueda salpicar su mierda. Los guionistas nos han engañado.

  2. Hola, María

    Conocer tu mierda y echársela a otro es lo mismo que no hacer nada. A ver, así al pronto un sábado por la mañana como hoy veo dos grandes problemas en la psicoterapia:

    Uno es que la gente va a psicoterapia y hace su trabajo, pero luego fuera se encuentra a los mismo gilipollas de antes, los mismos hijos de puta. Y no siempre podemos cambiar de entornos (y de gilipollas) Eso de «cambia tú y el mundo cambiará» es más complejo. Si tú cambias, por narices cambia el resto si lo llevas hasta el final porque so puede implicar cosas como despegarte de tu familia dañina, por ejemplo. Y claro, entonces te cambia el mundo. (Nota para melindres: no estoy diciendo que vayáis a terapia y abandonéis el contacto con vuestras familias)

    El otro es que a veces más que psicoterapia hacen falta sindicatos para evitar a jefes abusadores, por ejemplo.

    Conocerse es curarse pero hay que hacer más. Conocerse es cuando nos damos cuenta de algo PERO eso no implica hacer nada por cambiar. No basta cono conocerse, hay que hacer. Por eso decía lo de que la psicoterapia no te da lo que buscas sino lo que necesitas (algo así era…)

    Los nueve de la serie sí tienen cosas fuera. Familias, sus vidas… pero ¿por qué hay que echarle la mierda a nadie? A ver, no digo que no haya que dar un berrío, un bocinazo a alguien si hace falta (tener un berrinche, como decía en otra entrada, más o menos) A veces sólo hay que coger la mierda y soltarla sin más en el camino. si alguien la quiere, que la recoja.

    Un abrazo!

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